Marcela Gómez, médico veterinario y directora del Centro OVISNOVA, lidera la iniciativa y explica que además se trabaja con tejedoras quienes están elevando la calidad de sus productos a nivel excepcional.
Un grupo de científicos chilenos está rescatando el patrimonio genético de la oveja merino, animal que da la lana del mismo nombre, considerada una de las más finas del mundo, pero que ha ido en caída frente a su imitación industrial y el descuido de la especie.
El merino es una raza de oveja cuyo origen se establece en España, aunque el espécimen moderno fue mejorado en Australia. Su lana tiene características especiales, puesto que es muy fina, blanca y suave al tacto, además no pica al contacto con la piel.
La médico veterinario y directora del Centro OVISNOVA, Marcela Gómez, quien está coordinando el proyecto, aclaró que la lana de la oveja merino se usa desde tiempos inmemoriales para elaborar distintos productos textiles de vestimenta, abrigo y línea outdoor y deportiva.
“En la década del cincuenta había muchas de estas ovejas en Chile. Había miles y básicamente se aprovechaba mucho su lana y se exportaba en esa época, pero cuando apareció la fibra sintética, después de los años setenta, la lana merino empieza a perder mucho su valor como fibra natural”, comentó la experta.
En la región de O’Higgins, ubicada a unos 80 kilómetros al sur de la capital chilena, quedan algunos rebaños de esta raza ovina en el país, que en sus mejores días llevó a contar con más de 1 millón. En la actualidad no son más de 30.000 las que pastorean por la zona, concentradas en pocos predios que han mantenido la raza.
“La especie ovina es muy importante en los sectores de secano porque estos animales son muy rústicos y se adaptan y habitan en áreas más marginales, donde no hay muchas alternativas productivas”, comentó.
“Nosotros nos propusimos rescatar este patrimonio genético para no perder lo poco merino que quedaba y porque la lana tiene un valor excepcional. También porque en la zona hay muchas tejedoras que son patrimoniales, tejedoras que llevan el oficio desde hace generaciones y que tejen con técnicas patrimoniales, como el telar mapuche”, afirmó.
La médico veterinario agregó que “aquí hay un encuentro de dos mundos, está el encuentro de la lana y los productores de merino con las tejedoras, las que no conocían la lana merino hasta que empezamos a trabajar con ellas en este proyecto. Ha sido una cuestión muy virtuosa porque además ellas están elevando la calidad de sus productos en una forma excepcional”.
La calidad de cualquier tipo de lana se mide en micrones, para así establecer un rango de suavidad y fineza entre sus especies. Las más gruesas fluctúan entre los 30 y 35 micrones, mientras que las inferiores a 25 no generan alergia, ni tampoco dan comezón.
La lana merino, por su parte, está entre los 18 y 24 micrones, lo que la convierte en una de las más suaves y preciadas por los expertos y tejedores.
Para no perder la calidad de la lana y no perder la base genética con que se cuenta en la región de O’Higgins se está trabajando sobre los animales merino precoz francés y merino precoz alemán que están presentes en la zona
“Lo que nosotros hicimos con el proyecto un programa de mejoramiento genético sobre estos animales que quedaban”, detalló la especialista.
Lo anterior se hace de dos maneras, una, y la principal es por selección, es decir, seleccionando dentro de cada rebaño a los animales con mejor lana, con la ayuda del experto australiano Tom Ashby, quien ha apoyado el proceso de selección durante los últimos 3 años.
Sobre estas especies se hizo inseminación artificial o cruzamiento, el segundo método de mejoramiento genético, con un animal que viene de Australia, donde existe un merino “muy moderno que tiene una lana muy fina”, indicó la experta.
Gómez resaltó que ella misma está congelando semen de algunos machos de raza merino provenientes de Australia por importación de un productor de la Comuna de Litueche, con los que se trabaja para que el material genético, que tiene muy alta calidad, se traspase para los otros productores que tienen que mejorar la calidad de la lana.
Las prendas con esta lana son ideales para practicar actividades al aire libre debido a su capacidad térmica, que absorbe la transpiración, su suavidad al contacto con la piel y ausencia de malos olores, ya que es antibacterial y protectora de los rayos UV.
Asimismo, es una tela renovable, reciclable y biodegradable, lo que la convierte en un material noble y muy apetecido en el mercado. Gómez espera con este proyecto poder preservar la lana merino, considerada una de las más finas del mundo y que se resiste a morir frente a la industria sintética. De todos modos, el mundo está volviendo a las fibras naturales, dado que hay una gran toma de conciencia desde la población más informada.